¿Qué pasaría si mezclaras agua y alcohol? Y si después intentaras obtener como resultado una bebida, que ni el mismísimo protagonista de Adios a las Vegas o cualquier otro profesional de la bebida pudiera preparar por su nivel de excelsitud.
Pues precisamente esa mezcla guajira e imposible de disfrutar, es el resultado que obtienes cuando sales del cine y acabas de chutarte Tlatelolco: Verano del 68, créanme que no exagero con la comparación y a continuación les explicare él porque de mi afirmación.
¿Realmente contar una historia original es tan difícil en estos días? O no solo contarla sino llevarla a la pantalla grande. Pues tristemente así es; la película en cuestión cuenta con todo lo necesario en el papel para llevarse las palmas, críticas, reseñas y Arieles que le pongan en el camino, pues desde el elenco (cuenta con uno que otro pez gordo en su lista), productores (Fernando Sariñana) y hasta la silla de director (Carlos Bolado) parece incluir en las líneas más destacadas de cualquier filme con un verdadero Dream Team.
Pero todo se va directo al nabo cuando no cuentas con un guion solido, actuaciones convincentes pero sobretodo con una historia que parezca creíble y no se vea tan forzada durante los 106 minutos de tu existencia que pasaste encerrado en la oscuridad de la sala.
Pasemos al punto, sinceramente la historia todos nos la sabemos, es la de Romeo y Julieta pero con el trasfondo político mala leche del 2 de octubre y todo el circo detrás de las olimpiadas que nos toco organizar por aquellos años, montado por el cerdo de Diaz Ordaz junto con su bola de achichincles y subordinados que insultaron nuestra inteligencia, queriendo maquillar los hechos que todos de una u otra forma sabemos de memoria y al año siguiente aceptaron con total impunidad y sin vergüenza durante el informe de gobierno.
Después de todo el discurso político que les avente resumiré esta reseña lo mejor que pueda. Los papeles estelares están abismalmente grandes en ambos casos Cassandra Ciangherotti (Ana María) y Christian Vázquez (Félix) con todo el respeto que ellos se merecen, no tienen química en pantalla y mucho menos los argumentos para soportar el peso de una cinta de este tamaño.
Los consagrados Juan Manuel Bernal, Roberto Sosa (En el papel de Ordaz) y hasta el señor Juan Carlos Colombo (neta su personaje no ofrece nada en absoluto) dan su mejor esfuerzo pero ellos solo están ahí para dar soporte, y guiar a los jóvenes talentos que van arrancando en este business.
Solo destacan los puntos técnicos de la movie, fotografía, caracterización, audio y extractos de video de las marchas reales, de las cuales se dan bastantes referencias durante todo el metraje de la peli.
Pero bueno ya dejemos de tirar tanta mala vibra esperando que en un futuro no muy lejano veamos en nuestro cine, uno que lleva rato en el limbo, algún producto de mayor calidad en toda la extensión de la palabra, vean Tlatelolco: Verano del 68 bajo su propio riesgo. De cualquier modo sus días están contados, con el agandalle de salas que cierto superhéroe gringo significará para las cadenas exhibidoras en México y el mundo entero 😉
eres un estupido